domingo, 30 de marzo de 2008

Perdida, solitaria y letal

Dream On se oye tan alto en las bocinas del lugar que casi no se puede escuchar el barullo de los idiotas presentes.

Mis ojos son seducidos por la luces neón que invaden el sitio, mis sentimientos por la ninfa que se pavonea arriba del escenario.

Tomo asiento y bebo una cerveza. Lindas criaturas se lucen por entre las mesas y les dedico unos segundos de mi mirada, pero la más importante, la más honesta, la contemplación más cálida es para la musa resplandeciente en escena que con su toque suave se desprende lentamente de su vestimenta dejando embelesados a los viejos mustios que jadean profundamente.

Me dejo absorber por su sensualidad, me pierdo en sus movimientos.

Se ve tan frágil, tan delicada, quisiera tomarla entre mis brazos y besar sus pezones desnudos exactamente como el cuarentón idiota de la barra al que invitó a subir y regodearse con el dulce sabor de la juventud de su cuerpo.

Es tan molesto, es sólo otro padre de familia ebrio hastiado de su señora gorda y ajada, un perdedor más en un mundo sobrepoblado por ellos.

¿Pero quien soy yo para reprocharle a ella? Debo agradecerle, debo tenerla, olvidarla. No discrimina a nadie, no se justifica ni reclama, no es como tú.

Creo que estoy enamorado.

La Ciudad de la Furia suena.

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